Iglesias de Jaén. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Paz de CHILLUÉVAR



Fachada principal de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Paz de Chilluévar
(foto: archivo propio)

En primer término, campanario de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Paz de Chilluévar
(foto: archivo propio)


UN POCO DE HISTORIA

Chilluévar es una pequeña y tranquila población situada en las estribaciones de la Sierra de Cazorla. Al margen de los restos de gran antigüedad encontrados en su término municipal (épocas íbera y romana), el origen del actual núcleo de población hay que buscarlo en el disperso poblamiento que caracterizó a estos contornos en la Baja Edad Media. Se trataba de un conjunto de cortijadas que, por su escasa entidad, ni siquiera aparecen mencionadas entre los lugares conquistados por el Arzobispado de Toledo a los musulmanes en la segunda mitad del siglo XIII.
Escasamente a un kilómetro del pueblo en dirección nordeste se encuentra uno de estos cortijos, llamado "de los Cipreses", más conocido con el nombre de "Chilvar Vieja", cuya denominación ya nos habla de que aquí estuvo el primitivo emplazamiento de Chilluévar, nombrado en documentos medievales como "Alcoray" o "Alcorahe", topónimo de resonancia claramente musulmana y castellanizado por transcripción tras la conquista por los cristianos.

Vista parcial del caserío de Chilluévar, del que sobresale la torre de la iglesia.
Al fondo a la derecha se aprecial el cementerio de la localidad.
Un poco más arriba, sobre la loma, está Chilluévar Vieja.
(foto: archivo propio) 

Alcoray es entregada como aldea a Cazorla el 23 de Noviembre de 1256. El escaso interés geoestratégico de la aldea hizo que no se le dotara de castillo. Y como aldea continuó nada menos que hasta 1926, primero de Cazorla como se ha indicado, luego de La Iruela cuando ésta adquiere su título de villazgo en 1378, y posteriormente de forma compartida.
Precisamente esta circunstancia propició una carencia de edificaciones monumentales y proyectos urbanísticos de relevancia en Chilluévar a lo largo de la Edad Media y Moderna como sí ocurrió en las villas importantes del Adelantamiento como Cazorla, Quesada o La Iruela.
Pasados los peligros de la frontera con el reino nazarí de Granada (de ahí la creación del "Adelantamiento" de Cazorla, para la conquista y control del Valle del Guadiana Menor), la antigua Alcoray comenzó a despegar económicamente en el siglo XV gracias a que se convirtió en lugar de paso obligatorio de la ganadería trashumante de la Mesta entre Andalucía y Levante. Anteriormente, el hecho de haberse encontrado aquí la talla de una Virgen con el niño, Nuestra Señora de la Paz, que había permanecido oculta desde tiempos remotos, desembocó en la construcción de una ermita. De esta manera, ermita, hospedería para los pastores, abrevadero para las bestias y tiendas de aprovisionamiento, conformaron el corazón del núcleo de población que comenzó a expandirse a partir de esta época.

Nuestra Señora de la Paz, titular del templo y patrona de Chilluévar
(foto: archivo propio)

Retrato del Cardenal Francisco Antonio de Lorenzana
Pero la decadencia de la trashumancia por estos lugares ya en el siglo XVIII degeneró también en el declive de la aldea, que no obstante, no desapareció. Aunque sí se vio eclipsada por un nuevo proyecto urbanístico para la revitalización de la economía de la zona, esta vez con base en la agricultura: la creación de un nuevo núcleo de población tan sólo a un cuarto de legua del antiguo. Nacía así "Chilluévar Nuevo", siendo los padres del proyecto los señores Don Luis Godoy Jiménez y Don Manuel Gómez Calderón, propietarios de amplias fincas en esta zona, y que propiciaron el asentamiento de colonos que procedían fundamentalmente de la Provincia de Almería. El Arzobispado de Toledo también intervino, en la persona del Cardenal Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón, que elevó a la categoría de parroquia la antigua ermita de Chilluévar Vieja el 10 de Febrero de 1781. Unos años más tarde, en 1787, el Cardenal concede el título de villa a Chilluévar (lo cual no trajo aparejada la independencia del núcleo como se sabe) y manda construir un nuevo templo en el nuevo asentamiento, que vendría a sustituir a la antigua ermita.
No obstante, la construcción que podemos contemplar hoy no es el antiguo templo de finales del XVIII, terminado posiblemente en la primera mitad del siglo XIX cuando "Chilluévar Nuevo" comienza a prosperar. En Julio de 1936, al comienzo de la guerra civil española, la iglesia sufre un incendio que la arruina por completo. Un antiguo escudo en piedra que hoy preside la fachada, posiblemente procedente de la antigua ermita de Chilluévar Vieja, la pila bautismal de finales del XVIII y la corona de la Virgen de la Paz son los únicos elementos que se salvan de las llamas. La actual iglesia parroquial es obra del arquitecto José Gómez Luengo. Su construcción se inició en 1942 y finalizó en 1949, dentro del programa de reconstrucción de Regiones Devastadas puesto en marcha por el franquismo en los años cuarenta.


LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ

Nave central del templo
(foto: archivo propio)

De planta rectangular, el edificio se divide en tres naves separadas por arcos formeros de medio punto que apoyan en pilares cuadrados con pilastras adosadas que sustentan un sencillo entablamento. La nave central, más ancha y alta que las laterales, se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos reforzada a cada tramo por arcos fajones que apoyan en el citado entablamento. Las laterales son de techumbre adintelada. La cabecera es poligonal y se cubre con una pseudo bóveda de cuarto de esfera. A la derecha, en el lado de la Epístola, se encuentra la Capilla del Santísimo. A la izquierda, lado del Evangelio, la sacristía. A los pies se sitúa el coro, en alto.
Destaca en el interior una pila bautismal que tiene fecha de 1782, obra de José González según reza la inscripción que bordea su taza, y la talla de la Virgen de la Paz, titular del templo y patrona de Chilluévar, obra en madera policromada del escultor Víctor González Gil del año 1944. 

Vista de la parte de los pies del templo desde la cabecera
(foto: archivo propio)
 
El exterior es sencillo, de muros de mampostería reforzados en las esquinas con fajas de ladrillo visto. El cuerpo central de la fachada, que se corresponde con la nave central, es algo verticalizado, y en él se abre la sencilla portada adintelada. Sobre la misma se sitúa el escudo en piedra del Arzobispado de Toledo, en el que se representa en relieve el hecho milagroso de la imposición de la casulla por la Virgen María, entronizada, a San Ildefonso, patrón de la Archidiócesis toledana. Más arriba, en eje con la portada, una ventana con arco de medio punto y sobre ésta otra circular. La fachada está rematada en curva por un pequeño alero de ladrillo, sobre el cual se sitúa una pequeña cruz de piedra. 
La torre, que supera en altura a la iglesia, es de base cuadrada, con tres cuerpos separados por cornisas, de nuevo esquinas reforzadas en ladrillo y, en el campanario, grandes huecos con arcos de medio punto. Se cubre con tejado a cuatro aguas

Escudo del Arzobispado de Toledo.
Milagro de la imposición de la casulla a San Ildefonso por la Virgen María.
Fachada de la Iglesia Parroquial de Chilluévar
(foto: archivo propio)

Exterior de la Iglesia desde la cabecera
(foto: archivo propio)


Bibliografía:  

- Puertas Jiménez, Domingo y José. Chilluévar y su entorno. IEG, 1992.
- VVAA. Jaén. Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.

Enlaces:

- www.chilluevarhistoria.blogspot.com 
www.chilluevar.es 




En los fogones de Jaén. PATATAS VIUDAS.

Como indica su nombre, estas patatas no van acompañadas de nada de carne, por lo que es un plato muy indicado para los que quieran guardar la abstinencia en los viernes de cuaresma. Es una receta muy sencilla y popular y está riquísima. Es tan fácil de hacer que se prepara en media hora. Nada más empezar a hacerla los olores de este platillo me transportan a mi infancia y a la cocina de mi madre.  

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Fotos: Mª Cristina Gimeno Ramos



Ingredientes:

- Un kilo de patatas.
- Tres o cuatro dientes de ajo.
- Una hoja de laurel.
- Unas ramitas de perejil fresco.
- Un chorreón de vino blanco.
- Aceite de oliva virgen de Jaén.
- Unos granos de pimienta negra.
- Colorante alimenticio.
- Una pastilla de caldo.
- Cuatro huevos.
- Sal.


Modo de hacerlo:

Pelamos las patatas, las lavamos y las cortamos en trozos gruesos, cascándolas. Esto significa, para el que no lo sepa, que al cortar rompemos la última parte del corte para que la patata suelte el almidón y el caldo engorde (ver foto).
Los dientes de ajo también los picamos, al igual que el perejil.
En una sartén ponemos un poco de aceite (ver foto). Cuando el aceite esté caliente ponemos las patatas y los ajos y refreímos. Añadimos después el laurel, la pimienta en grano y las ramitas de perejil. El perejil lo podemos picar o bien dejarlo en rama para luego quitárselo. 
Le echamos el vino blanco y dejamos que cuezan sin que se peguen e inmediatamente incorporamos agua hasta cubrir las patatas y la pastilla de caldo.
Cuando la patata esté tierna, estrellamos cuatro huevos y los cuajamos en el caldo y rectificamos de sal. Procurad que no queden con mucho caldo.


Buen provecho.  



El tiempo de Cuaresma comienza en MANCHA REAL con el Via Crucis de Nuestro Padre Jesús Nazareno en la tarde noche del Miércoles de Ceniza


Nuestro Padre Jesús Nazareno de Mancha Real
(foto: Jesús Molina Génave) 

La Cofradía de Nuestro Padre Jesús y Santo Entierro de Mancha Real ha sido designada este año por la Unión Local de Cofradías para la organización de los diferentes actos y cultos que tendrán lugar a lo largo de la Cuaresma.
El pasado día 13 de Febrero, Miércoles de Ceniza, con el que comienza el tiempo cuaresmal, tuvo lugar a las ocho de la tarde un Vía Crucis con la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, perteneciente a la mencionada Cofradía que tiene su sede canónica en la Iglesia Parroquial de San Juan Evangelista de la localidad. El cortejo de fieles hizo un recorrido por diferentes calles (Plaza de la Constitución, Maestra, Andújar, Pablo Picasso), terminando el Vía Crucis en la Parroquia de La Encarnación, en la cual la imagen permanecerá diez días, siendo la protagonista de los actos y cultos que tendrán lugar en dicha parroquia durante ese tiempo. El viernes, día 22 de Febrero, Nuestro Padre Jesús Nazareno volverá al templo de San Juan Evangelista en otro Vía Crucis con idéntico itinerario, sólo que a la inversa.
Por último, agradecer a mi padre, Jesús Molina Génave, la realización de las fotografías que ilustran esta entrada, sin las cuales no hubiera sido posible.

Imágenes del Vía Crucis de Nuestro Padre Jesús Nazareno
Mancha Real (13-02-2013) 

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FOTOGRAFÍAS: JESÚS MOLINA GÉNAVE


 

Del Jaén perdido... Nazarenus jiennensis. Cristo de la Espina de ÚBEDA

Primer plano del rostro y detalle de la mano del Cristo de la Espina de Úbeda
(fotografía de los años 20)

Inauguramos hoy esta sección de la Semana Santa de 2013, "Nazarenus jiennensis", en la que realizaremos un recorrido visual e histórico por algunas de las imágenes de Jesús Nazareno perdidas en los luctuosos acontecimientos de la guerra civil española en nuestra Provincia de Jaén.
Y comenzamos la sección con la que considero la mejor imagen de Jesucristo representado en cualesquiera de los momentos de su pasión redentora: el "Cristo de la Espina" de Úbeda.



HISTORIA DE LA IMAGEN

Denominado a lo largo de los tiempos "Jesús Caído", "Dulce Jesús" y muy especialmente "Cristo de la Espina", era ésta una impresionante, portentosa escultura de Jesús en el momento de caer por tercera vez bajo el peso de la cruz en la Vía Dolorosa hacia el Calvario, una escena que, por cierto, no recoge ninguno de los Evangelios y pertenece más bien a la tradición popular.
De autor desconocido, se ha atribuido este Cristo, por su enorme calidad artística, a imagineros de la talla de Juan Martínez Montañés, José Risueño y últimamente a José de Mora (1638-1725) o su círculo habida cuenta de las similitudes que presenta con la obra de este imaginero granadino. Por otra parte, la presencia de un Cristo caído -que sí se conserva afortunadamente- de similares características en la vecina ciudad de Baeza y atribuido a este escultor, refuerza esta teoría. Además, los escultores de la llamada "escuela granadina" siempre han estado más ligados a nuestra tierra jiennense que los de la sevillana, más alejada geográficamente. A pesar de los clarísimos rasgos "granadinos" de este Cristo, no obstante sería precipitado descartar una posible autoría de Montañés. Según el historiador Ginés de la Jara Torres Navarrete, en su Historia de Úbeda en sus documentos (2005) -Tomo VI-, refiere que la talla que nos ocupa fue un regalo (suponemos que al Convento de Carmelitas Descalzas de Sabiote, que es donde queda depositado) de Doña Ana Félix de Guzmán, hija del I Conde de Olivares, y esposa de Don Francisco Manuel de los Cobos y Luna, II Marqués de Camarasa y a la sazón, Señor de la Villa de Sabiote (el abuelo de éste, el famoso Francisco de los Cobos, secretario del emperador Carlos V, había fundado un mayorazgo con las villas de Sabiote, Torres y Canena, y más tarde, en 1543, el propio emperador concederá el Marquesado de Camarasa al hijo de su secretario, Don Diego de los Cobos, como regalo de boda). El caso es que el citado historiador, Torres Navarrete, afirma que la talla procede de Sevilla y que su autoría podría corresponder a Montañés, que era el imaginero de mayor prestigio en la capital hispalense por entonces. La Casa de Olivares tuvo desde luego relación con el alcalaíno. Si esto fuera cierto, y dado que Doña Ana Félix de Guzmán muere en 1612, no pudo haber encargado la obra al granadino José de Mora, que ni siquiera había nacido para esa fecha. Claro que cabe la posibilidad de que lo hubiera hecho a Pablo de Rojas o Alonso de Mena, precursores de la escuela granadina de imaginería, pero no es este Cristo del estilo de estos autores. Tampoco de Montañés. Sus rasgos, tan característicos del hacer de los Mora, lo acercan casi indiscutiblemente a esta familia de imagineros y muy especialmente a su principal representante, José. Por lo que es muy poco probable que los II Marqueses de Camarasa tuvieran nada que ver con esta imagen, que es claramente posterior.

Procesión del Cristo de la Caída por la Calle Ancha el Viernes Santo por la mañana
(fotografía de los años 10)

De lo que no cabe duda es que este Jesús Caído es venerado en el convento de las Descalzas de Sabiote, pasando en fecha indeterminada al también carmelitano de Úbeda. Aquí de nuevo vuelven a ser confusos los datos. En la bibliografía consultada se acepta en general el hecho de que el Señor de la Espina pasa por testamento en 1663 al convento de Úbeda de manos de Doña Ana Crespo, monja en el cenobio de Sabiote y que profesará más tarde en las Descalzas de Úbeda, su pueblo (no sabemos más datos acerca de ella ni por qué obraba en su poder la talla). La fuente de esta información procede de la Historia de Úbeda (1906) -Tomo II, Capítulo III- del historiador ubetense Don Miguel Ruiz Prieto. En el apartado que dedica al Convento de la Concepción de Carmelitas Descalzas de esta ciudad, dice: "Muchos bienhechores legaron memorias a este convento, a saber: el Marqués de Santa Cruz de Pan y Agua, dotó, entre otras memorias, en 1684, una fiesta a Jesús Nazareno, cuya imagen nos parece es la que Doña Ana Crespo legó por su testamento, en 1663, a este convento y se colocó en el coro alto, imagen bellísima y de mérito artístico, según nos han informado (...) También existe en el convento una magnífica escultura de Jesús Caído, con su cruz a cuestas, que parece del célebre Montañés. Es una bellísima imagen, acaso la mejor de las que existen en Úbeda. No sabemos su procedencia...". Ruiz Prieto hace claramente alusión a dos imágenes bien distintas. El primer Nazareno, legado por Ana Crespo, y el Jesús Caído, que es nuestro Señor de la Espina, por cierto aquí de nuevo atribuido a Montañés, seguramente por desconocimiento, en un ejercicio de identificación de una gran obra con un gran escultor. En este caso, el problema estriba en que no se tiene noticia alguna de que en las Descalzas de Úbeda se venerara otro Nazareno que no fuera el Señor de la Espina. Había otros Nazarenos en Úbeda, pero radicados en otros templos (La Trinidad, San Andrés...). Por lo que se trata seguramente de una confusión del historiador y todos esos datos hagan referencia en realidad al mismo Nazareno: Jesús Caído. La confusión no acaba aquí, puesto que en alusión a la fiesta que costeaba el propio Concejo de la ciudad de Úbeda al Señor de la Espina, el autor habla en pasado, dándola por extinguida, cuando al tiempo de la publicación de su libro aún se realizaba: "...el Ayuntamiento desde tiempo inmemorial, según consta en el acta de la sesión de 6 de abril de 1837, costeaba una fiesta el día 14 de dicho mes". Ese año, la fiesta se realizó el 14 de Abril efectivamente, pero la fiesta del Señor de la Espina variaba según el año, pues como el mismo autor señala, su fiesta y procesión: "...se hace a los ocho días de sus novena, que empieza quince días después del Viernes Santo...".
Y es que al Dulce Jesús de las Descalzas se le tenía por muy milagroso, hasta tal punto que, como a Jesús Nazareno "de las Aguas" o la patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, también se le procesionaba en momentos de dificultad, sobre todo en rogativas públicas por escasez de lluvias. El  propio Concejo, como se ha dicho, había hecho voto en su honor y costeaba su fiesta, la primera de las cuales tuvo lugar en 1706, aunque en este caso se le imploró al Señor de la Espina por un motivo bien distinto: la Guerra de Sucesión. Esta tradición se mantuvo, con mínimas intermitencias, hasta 1931, año en que se proclama la Segunda República y el Ayuntamiento deja de costear la fiesta y de participar activamente en ella.
La vorágine del odio, cruel y arrolladora, que tanto daño causó a esta España inculta y arcaica de los años 30, se llevó por delante esta irremplazable imagen de Cristo que desapareció para siempre en una hoguera junto al convento de San Miguel de los Descalzos en 1936, una pérdida muy llorada no sólo por las gentes de Úbeda, también por las de Sabiote, villa muy ligada a esta devoción de sus mayores.

Vista completa de la talla del Señor de la Espina o Jesús Caído
(fotografía de los años 20)


LA IMAGEN

Sobran las palabras, incluso ahora que la imagen no existe y sólo podemos hacernos una ligera idea de cómo era a través de viejas fotografías en blanco y negro, único testimonio que nos queda ya de este divino Jesús Caído.
Perfecta su anatomía y perfecta la forma en que se resuelven las tensiones del cuerpo, un cuerpo frágil, huesudo, pálido..., al igual que el rostro, que no obstante contiene en sí mismo toda la Misericordia de Dios. Expresa un dolor contenido, sin aspavientos. Cristo ha caído por tercera vez ya cerca del Calvario, pero en su mirada perdida, bajos los párpados, se refleja un infinito Perdón que va derramando a su paso al pueblo de Úbeda, trasunto de la misma Humanidad, antes incluso de morir en la Cruz.
Ceño fruncido por el dolor, clásica nariz, labios carnosos, boca entreabierta, fino bigote que no se junta con la barba, más poblada en el mentón donde adquiere forma bífida... rasgos de un rostro tan divino como humano. Pero no acaba aquí la expresividad. Su mano izquierda, que no sujeta, abraza la Cruz, bastaría ella sola para considerarlo una obra de arte, pues su posición, acabado y los sutiles detalles de venas, tendones y huesos representados que se adivinan a través de la fina piel, crean un efectismo patético delicioso en esta barroca imagen. Su mano derecha se apoya suavemente sobre una piedra de formas redondeadas, trasunto en este caso del Mundo al que Cristo ofrece su sacrifico.
La imagen, acorde con las modas, presentaba larga cabellera natural. Lucía espléndidas joyas donadas en testamento por fervorosos hombres y piadosas mujeres, como la corona de espinas en plata sobredorada, potencias y colgantes, vistiendo asímismo lujosas túnicas algunas de ellas ricamente bordadas. Era costumbre procesionarlo vestido, y también mostrando su portentosa anatomía en ocasiones. En todo caso lo hacía sobre un gran trono de hasta tres pisos y forma tronco-piramidal, adornado de abundante candelería de tulipas.


 Procesión del Cristo de la Espina el Viernes Santo por la mañana
(fotografía de los años 20 tomada delante del Pósito de la ciudad)


LA COFRADÍA

A pesar de la enorme devoción que se profesaba a este Cristo, y posiblemente porque de su fiesta y procesión (tras la novena, después de la Semana Santa) se encargaba el Ayuntamiento de Úbeda, la imagen no tuvo cofradía propia hasta la tardía fecha de 1904, en que es fundada, siendo su primer presidente Don José María Fernández-Liencres. No es descartable que el Cristo de la Espina participara de los desfiles procesionales de Semana Santa antes de esta fecha, pero oficialmente comienza a hacerlo a las diez de la mañana del Viernes Santo del referido año, saliendo la imagen de la iglesia de las Descalzas y acabando su estación de penitencia en Santa María de los Reales Alcázares, que es precisamente donde hoy tiene su sede canónica la cofradía. Los cofrades vestían, y visten, túnica blanca y caperuz morado, luciendo en el peto el escudo de la Orden del Carmelo, muy vinculada siempre a la devoción por la iconografía del Nazareno, ya expresada por su fundadora Santa Teresa de Ávila.
Tras la destrucción de imagen y trono en la guerra civil, la cofradía adquiere en 1942 una nueva imagen de Jesús Caído, salido de la gubia del escultor Mariano Benlliure, que también consigue con esta magnífica talla despertar los sentimientos devocionales de un pueblo que no había olvidado aún a su Cristo de la Espina.

Actual imagen de Jesús Caído (1942) del escultor Mariano Benlliure
Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. Úbeda
(foto: archivo propio)


Bibliografía:

- Ruiz Prieto, Miguel. Historia de Úbeda. Úbeda, 1906.
- Torres Navarrete, Ginés de la Jara. Historia de Úbeda en sus dodumentos. Jaén, 2005.
- VVAA. La Semana Santa en el recuerdo. Diario Jaén/CajaSur

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