Castillos y Atalayas de Jaén. La Torre de "La Tercia" de GÉNAVE y Museo de la Memoria


Vista de la Torre de "La Tercia" sobresaliendo de entre los tejados de Génave
(foto: archivo propio)

Génave es una apacible y pequeña población enclavada en el confín nordeste de la Provincia de Jaén, cerca ya de tierras manchegas, con la abrupta Sierra de Segura a sus espaldas y las primeras y suaves elevaciones de Sierra Morena en su horizonte.
Su localización unida al hecho de encontrarse algo alejada de la Nacional 322 Córdoba-Valencia, hacen que Génave no sea precisamente una localidad muy conocida.
A pesar de su pequeño tamaño, conserva sin embargo un discreto patrimonio histórico-artístico representado en sus dos monumentos emblemáticos: la Iglesia de la Inmaculada Concepción (véase el artículo en este blog dedicado a este edificio pinchando aquí: IGLESIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE GÉNAVE) y la torre medieval, denominada "La Tercia", de la que hoy nos ocuparemos.

UN POCO DE HISTORIA

El actual núcleo de Génave tiene su origen en la Edad Media, concretamente en la época musulmana. De hecho, el nombre de Génave tiene una raíz árabe, aunque aún no sabemos con certeza su origen y significado. Debió ser un pequeño asentamiento (aldea o qarya) dispuesto en torno a una fortificación (hins) de apoyo defensivo a la población de las inmediaciones. De hecho, cuando los caballeros de la Orden de Santiago -al mando del que más tarde se convertiría en su Gran Maestre, Don Pelayo Pérez Correa- conquistan las tierras de esta comarca de Segura entre 1235 y 1239, Génave no aparece en los documentos entre las plazas arrebatadas a los musulmanes, seguramente debido a su escasa importancia. Posteriormente, Génave es entregada a la Orden de Santiago por el rey Fernando III, pasando a formar parte de la Encomienda de Segura.

Vista del torreón, lamentablemente rodeado de casas en su totalidad
(foto: archivo propio)

Los cristianos construyeron el actual torreón, posiblemente en la segunda mitad del siglo XIII o principios del XIV, sobre los restos de la anterior defensa. Si hubo algún tipo de recinto fortificado en torno a la misma, se desconoce. Eslava Galán apunta a que sí lo tuvo y que esta torre sería realmente la del homenaje, dadas sus dimensiones. Sin embargo, en diversos documentos medievales se hace referencia en todo caso a esta torre, pero no a cualquier otra estructura defensiva (recinto, muralla...). Por ejemplo, el informe de 1468 del visitador de la Orden de Santiago, Don Francisco de León, dice: “Ay otro lugar que llaman Xénave, con otra torre muy buena que tiene dos bóvedas de cal y canto, donde se retraen los del lugar quando vienen los moros”. También hablan de "torre", en singular, las Relaciones Topográficas de Felipe II del año 1575: "esta villa está asentada en una falda de una sierra, y el asiento es más llano que áspero, y no está zercaca ni tiene otra defensa si no es una torre que como dicho tienen ay en la villa, la qual no saben que tenga armas".
En los primeros siglos la función de esta torre fue la de servir de refugio, mas, una vez pasado el peligro de frontera, la Orden la utilizó como "Casa Tercia", de ahí su nombre actual. El vocablo "tercia" hace alusión al impuesto de las denominadas "tercias reales" consistente en un tercio de los diezmos que la Iglesia debía entregar a la Monarquía, de manera puntual en la Edad Media, y con carácter definitivo a partir del reinado de los Reyes Católicos. Los edificios utilizados en su recaudación se denominaron "casas tercia".
En tiempos más recientes la torre ha servido como calabozo o cárcel de la localidad y hoy, tras su restauración, alberga un pequeño museo sobre la vida tradicional de los habitantes de la zona.


LA TORRE DE "LA TERCIA"

Alzado de la Torre de Génave:
1. Acceso por el edificio del antiguo Ayuntamiento
2. Sala de la juventud y de exposiciones. Acceso a la torre.
3. Piso primero. Sala de audiovisuales.
4. Piso segundo. Museo de la Memoria.
5. Terraza

El torreón de Génave se localiza en el corazón del casco urbano, siendo junto con el campanario de la Iglesia, las dos únicas construcciones que sobresalen por encima de los tejados del abigarrado caserío. Es obra de mampostería, de planta cuadrada (10,5 m. de lado) y presenta la particularidad de encontrarse rodeada de casas, lo que no permite lamentablemente contemplarla en su totalidad. Una de ellas es el edificio del antiguo Ayuntamiento, en cuyo primer piso está el acceso a la torre.
Interiormente presenta dos aposentos superpuestos, los dos de planta cuadrada y de 6 metros de lado y cubiertos con sendas bóvedas de medio cañón apuntado. El primero descarga la bóveda sobre los muros norte y sur; el segundo sobre los del este y oeste. De este modo el empaque de la obra queda repartido entre los cuatro muros. Una escalera que discurre a lo largo de los muros, empotrada en su espesor, conduce de la primera cámara a la segunda y de ésta a la azotea hoy rehecha y muy restaurada, desde donde se puede divisar una amplia y bonita vista. En el segundo aposento se abre una amplia ventana de 2 metros de luz cuyo hueco se cubre también con bóveda apuntada.
En la base de la torre existe una estancia. Podría tratarse del antiguo aljibe, en la actualidad ocupado por una casa colindante y utilizado como habitación.

Bóveda ligeramente apuntada de una de las estancias de la torre
(foto: archivo propio)

Escalera embutida en el muro perimetral que comunica los dos pisos de la torre
(foto: archivo propio)

MUSEO DE LA MEMORIA

El 10 de Abril de 2013 se inauguró oficialmente la rehabilitación de la Torre de La Tercia de Génave, para la que se emplearon fondos europeos, además de los aportados por la Diputación Provincial de Jaén y el Ayuntamiento de la localidad. El inmueble ha sido acondicionado para actividades culturales y como centro de interpretación de los usos y costumbres de esta localidad serrana. La empresa "Musaraña" ha sido la encargada de crear y acondicionar el espacio museístico, al que se ha denominado "Museo de la Memoria", precisamente por rescatar modos de vida tradicionales, relacionados con oficios antiguos -especialmente agrícolas- y el hogar. Este pequeño museo ocupa el segundo piso de la torre, mientras que en el primer piso está instalada la sala de audiovisuales. También es posible acceder a la terraza, donde encontraremos paneles informativos y de interpretación sobre el pueblo y el paisaje circundante, y desde la que se disfruta de unas magníficas vistas.

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Dos vistas del pequeño Museo de la Memoria instalado en la torre de Génave
(foto: archivo propio)

Vista de Génave desde la terraza de la Torre de "La Tercia", con la Iglesia parroquial al fondo
(foto: archivo propio)



Bibliografía:

- Eslava Galán, Juan. Castillos y Atalayas del Reino de Jaén. 1999.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.


Por los pueblos de Jaén. PORCUNA



PORCUNA


Escudo de la localidad
Localización: Oeste de la Provincia de Jaén.
Comarca: La Campiña.
Extensión: 176,3 km2.
Población: 6.727 hab. (2013)
Densidad: 38,15 hab./km2.
Altitud: 473 m. sobre el nivel del mar.
Límites: al N. con Lopera, al NE. con Arjona, al E. con Torredonjimeno, al SE. con Higuera de Calatrava, al S. con Valenzuela, al SO. con Baena, al O. con Cañete de las Torres, al NO. con Bujalance. 
Distancia a la capital: 42 km.
Gentilicio: porcunense / porcunero-a.
Aldeas: Alharilla.



Vista aérea de Porcuna
(foto: "Jaén desde el Cielo")

GEOGRAFÍA - ECONOMÍA

El municipio de Porcuna se encuentra en el Oeste de la provincia, en plena Campiña jiennense, haciendo frontera con la vecina Provincia de Córdoba. 
El término municipal está atravesado de sur a norte por el curso del Arroyo Salado de Porcuna, cuya red fluvial drena todo su territorio, excavando los materiales margosos de los que se compone geológicamente este área de la margen izquierda de la depresión del Guadalquivir. La explicación a la salinidad de éste y otros cursos de agua, muy frecuentes en la zona, está en los cloruros y sulfatos que el agua arranca de estos materiales triásicos. El Salado de Porcuna, al igual que otros cursos fluviales con origen en la Subbética, está caracterizado por su corto recorrido y su irregularidad, así como por sus violentas crecidas que excavan a mayor profundidad el terreno, dejando a ambos márgenes suaves lomas pero de marcadas pendientes. En algunos de estos cerros, de carácter amesetado, han surgido ciudades rurales de pequeño y medio tamaño como Porcuna.

Tierras de labor y olivares en La Campiña. Al fondo Porcuna, sobre el Cerro de La Calderona.
(foto: archivo propio)

La localidad ocupa el punto más alto del término municipal, 473 m. sobre el nivel del mar, dominando un extenso paisaje agrario donde predomina el olivar (más del 70% de la superficie del municipio) y las tierras de labor, especialmente dedicadas al cereal (casi el 30% restante). La superficie forestal es inexistente y sólo es visible el típico matorral mediterráneo y alguna encina en los afloramientos rocosos en la cima de algún cerro y en las márgenes de los arroyos.
La totalidad de la población del municipio se concentra en el núcleo de Porcuna, a excepción de los 15 habitantes (2013) censados de Alharilla, la única aldea que conserva población, pues el resto de cortijadas la fueron perdiendo en la segunda mitad del siglo XX.  Y es que Porcuna a penas conserva en la actualidad la mitad de la población que llegó a tener a mitad de aquella centuria (13.542 hab. en 1945), una sangría migratoria que aún continúa.
La base de la economía es claramente olivarera hoy, destacando también la actividad terciaria, pues sostiene Porcuna un comercio comarcal de prestigio.

Olivares hacia el sureste desde el mirador de La Redonda, al final del Paseo de Jesús en Porcuna
(foto: archivo propio)

HISTORIA

El territorio de Porcuna ha disfrutado de una muy intensa ocupación humana ya desde el Paleolítico Medio (restos localizados en San Julián) y Superior (Peña de la Grieta).
Hasta noventa y cinco sitios arqueológicos se han documentado en el término municipal correspondientes a épocas anteriores a la Edad Media. Un extraordinario patrimonio.
Del Neolítico son los restos hallados en Albalate. La ocupación del territorio se hace especialmente densa en las etapas del Cobre y Bronce, a las que corresponden buena parte de los asentamientos. Destaca por la monumentalidad de sus restos el sitio de Los Alcores, a juzgar por el recinto amurallado con torres circulares, un asentamiento de dilatada ocupación durante casi 2.500 años.
Pero sin duda será la época ibérica, entre el siglo VI a.C. y la conquista romana de la Alta Andalucía, uno de los momentos más sobresalientes de la historia de Porcuna, la Ipolca íbera.
De estos momentos, un sitio arqueológico destaca sobre todos: la necrópolis de Cerrillo Blanco, situada a 1,5 km. del casco urbano de la localidad. Se trata del lugar elegido para enterramiento colectivo por un segmento de la población que residiría en el solar que hoy ocupa la propia Porcuna, y dadas las características de las tumbas y los restos encontrados, se deduce que dicho grupo sería un linaje. Destaca sobre el conjunto de veinticuatro sepulturas una que se diferencia del resto en tamaño y estructura, que albergó a dos individuos que debieron tener un papel privilegiado con respecto al resto del grupo y, por supuesto, del poblado. Cerrillo Blanco es clave para comprender, no sólo la importancia del oppidum ibérico de Porcuna, sino también de la Alta Andalucía y del mundo ibérico en general. El conjunto escultórico localizado aquí en 1975, hoy conservado íntegramente en el Museo Provincial de Jaén, es con diferencia el más importante y monumental que ha dado la arqueología ibérica hasta la fecha, y esencial para comprender la sociedad aristocrática ibérica en el momento de su plena consolidación, durante el siglo V a.C.

Guerrero íbero de Porcuna. Siglo VI a.C. Piedra calcarenita blanca. 
Procedente de la necrópolis de Cerrillo Blanco. Museo Provincial de Jaén
(foto: archivo propio)


Toro íbero de Porcuna. Siglo VI a.C. Piedra calcarenita blanca.
Procedente del casco urbano de la localidad. Museo Provincial de Jaén.
(foto: archivo propio)

También son abundantísimos los restos arqueológicos de época romana, siendo de especial interés los localizados en el mismo casco urbano de la localidad, asentada en el llamado Cerro de la Calderona, donde existió una importante urbe romana a juzgar por los restos monumentales hallados. Hablamos de la ciudad de Obulco, que controlaba un extenso territorio en el que proliferaban las villae, dedicadas a la producción agropecuaria, como las del Cortijo de Zurraque o El Cambrón. Otro resto romano de interés es el maltrecho Puente Cañete, sobre el arroyo Salado.
Pocos datos se tienen de la etapa islámica, aunque Bulkuna, como la llamaron los musulmanes, siguió desempeñando un papel importante en el mapa geopolítico de Al-Andalus pues se convirtió en una de las cabeceras de distrito (iqlim) de la kora de Yayyan (Jáen).

Cruz de la Orden de Calatrava.
Clave de la bóveda gótica de la sala alta del Torreón de Boabdil de Porcuna.
(foto: archivo propio)

La amenaza cristiana a las puertas del Valle del Guadalquivir hizo que en 1233 Porcuna buscara protección en Ibn Al-Ahmar, señor de Arjona y Jaén, aunque caería en manos de Fernando III muy poco tiempo después, en 1240. Porcuna es entregada a la Orden de Calatrava inmediatamente después de su conquista, que la convertirían en una de sus encomiendas con dominio efectivo sobre las poblaciones de alrededor. Se reforzaron las defensas y se construyó un nuevo alcázar. Hoy es posible contemplar vestigios de algunos torreones de la antigua muralla y la esbelta torre ochavada del homenaje.
La fase final de la Edad Media y la Edad Moderna vienen jalonadas de periodos de crisis y de auge para Porcuna. Durante el siglo XV la ciudad asiste a las luchas de poder entre bandos nobiliarios que marcará esta centuria de la Historia castellana, mientras algunos de sus hombres participan en la conquista de importantes plazas en la fase final de la reconquista del reino nazarí de Granada. El siglo XVI será de esplendor económico, alcanzando Porcuna la cifra de 8.000 habitantes en 1595. Sin embrago, el siglo XVII será de crisis generalizada, no recuperándose la ciudad hasta bien entrado el siglo XVIII. 
Porcuna participará activamente en la guerra napoleónica. En julio de 1808, la vanguardia de las tropas venidas de Granada y Sevilla para luchar en Bailén se reúnen en Porcuna, muchos de cuyos hombres se enrolarán para combatir al francés. Y es que la historia reciente de Porcuna tiene un matiz bélico evidente, pues de nuevo será escenario cercano de las contiendas entre republicanos y franquistas en la guerra civil española, ya que el frente se encontraba muy cerca de la localidad.
 

MONUMENTOS

Torre de Boabdil

El Torreón de Boabdil, de perfil elegante, domina Porcuna en el punto más elevado de la ciudad
(foto: archivo propio)

Se trata de la torre del homenaje de la fortaleza medieval de Porcuna. Se denomina así porque el último rey nazarí de Granada estuvo prisionero en esta torre durante un tiempo tras ser apresado en la batalla de Lucena. Presenta un excelente estado de conservación, a pesar de ser de los pocos restos que subsisten del sistema defensivo de la población. Fue edificada por la Orden de Calatrava entre 1411 y 1435. Posee planta octogonal y está construida en sillería regular. La base es maciza y presenta dos plantas en los niveles intermedio y superior, cubiertas con bóvedas góticas de nervios. Alcanza una altura de 28 metros. Destacan en el exterior las ventanas geminadas de arcos lobulados, de tradición mudéjar.
Es uno de los más hermosos ejemplos de arquitectura medieval militar en la Provincia de Jaén. Actualmente alberga el Museo Arqueológico de Porcuna.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Exterior de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
(foto: archivo propio)

Se levanta este edificio en la Plaza de Andalucía sobre el solar que ocupó la antigua iglesia gótica de Santa María la Mayor, parte de cuya estructura se derrumbó en 1872, haciendo necesaria la construcción de un nuevo templo parroquial. La nueva iglesia se edificó entre 1888 y 1903, inaugurándose oficialmente en 1910. Su traza se debe al arquitecto Justino Flórez, que aunque era su deseo realizar las obras en estilo neogótico, finalmente hubieron de hacerse en estilo ecléctico románico-bizantino por la falta de presupuesto. La sacristía, del siglo XVII y en buenas condiciones, se incluyó en el proyecto.
De planta de cruz latina, el edificio posee tres naves, la central doble de ancha y alta que las laterales, correspondiéndose cada una de ellas con un ábside en la cabecera. También se resuelven de forma absidal los extremos del transepto. El crucero se cubre con cúpula de media naranja sobre pechinas.
En los ábsides del presbiterio y de los brazos del transepto se hallan frescos pintados por el famoso artista cordobés Julio Romero de Torres, los cuales son las únicas obras de temática religiosa que realizó el pintor en su vida.

Nave principal, cúpula del crucero y presbiterio en forma de ábside
(foto: archivo propio)

Bóveda absidal con la pintura al fresco de la Asunción de la Virgen de Julio Romero de Torres
(foto: archivo propio)


Iglesia de San Benito

Patio y puerta gótico mudéjar de la Iglesia de San Benito
(foto: archivo propio)

Erigida entre finales del siglo XIV y principios del XV, es de estilo gótico con reminiscencias románicas (capiteles de las columnas que sustentan los arcos de la nave principal) y algún elemento mudéjar (portada del patio del antiguo convento, de arco de herradura apuntado). Consta de dos naves en perpendicular (formando un ángulo recto o "L"). La principal es la más antigua, de arcos ojivales que apean sobre columnas con los referidos capiteles románicos de variada e interesante decoración. Se cubre con bóvedas de arista en cada tramo. La otra nave es posterior, quizás el antiguo refectorio del convento que fue anexionado como parte de la iglesia en las reformas llevadas a cabo en el siglo XVIII. La fachada de la iglesia, es de un barroco clásico del siglo XVII. La capilla y camarín de la Virgen de la Soledad, en los pies de la iglesia -lado de la Epístola-, es un añadido del siglo XIX.
Esta iglesia y convento fue sede de uno de los prioratos establecidos en Porcuna por la Orden de Calatrava. Fundada como monasterio benedictino a las afueras de la población, fue el germen del actual barrio que lleva su nombre.

Capitel de motivo vegetal en la nave principal de la Iglesia de San Benito
(foto: archivo propio)

Antiguo Pósito y Arco de la Villa

El antiguo Real Pósito de la villa fue mandado construir en 1798. De estilo neoclásico, está hecho en sillería de piedra y presenta planta basilical dividida en tres naves. La portada principal, muy sobria, está enmarcada por pilastras toscanas y rematada por frontón partido con tondo ovalado en el centro. Se accede a ella por una escalinata. Hoy cumple la función de Ayuntamiento de la localidad. En su interior se encuentran dos salas del Museo Arqeológico de Porcuna, además de los restos del claustro del extinto convento de San Francisco.
Anexo al Ayuntamiento, en uno de los flancos de la Plaza de Andalucía, se alza el Arco de la Villa, que sustituye al anterior gótico que suponía una de las puertas del recinto amurallado medieval de Porcuna. Este arco fue reconstruido en 1952 sobre los restos del anterior.

Antiguo Real Pósito de Porcuna, actual Ayuntamiento, y Arco de la Villa
(foto: archivo propio)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y Plaza de Andalucía a través del Arco de la Villa
(foto: archivo propio)

Paseo de Jesús

Paseo de Jesús de Porcuna
(foto: archivo propio)

Disfrutan los porcunenses de uno de los mejores paseos de la provincia, por su extensión, belleza, historia y por las magníficas vistas que ofrece. Se trata de un agradable lugar que merece visitarse. Este paseo tiene su origen nada menos que a mediados del siglo XIX, cuando se plantan árboles y se instalan bancos de piedra. Conectaba el núcleo urbano con la Iglesia de San Sebastián, junto a la que se encontraba el cementerio, trasladado a finales del siglo XIX. La Iglesia continúa ahí, pero bajo la advocación de Jesús Nazareno, por albergar esta querida imagen de los porcunenses. Detrás de la Iglesia se halla el mirador de La Rotonda, con unas inmejorables vistas de la campiña jiennense.  

Iglesia de Jesús

Al final del Paseo de Jesús se levanta esta ermita, antigua iglesia de San Sebastián, hoy bajo la advocación de Jesús Nazareno. Data del siglo XVII, aunque su fundación tuvo lugar en la Edad Media. Consta de una sola nave cubierta con bóveda de cañón. La parte más interesante es el presbiterio, de media naranja sobre pechinas y decorada con yeserías policromadas. En el testero frontal se halla un interesante retablo mayor tras el cual se abre un primoroso camarín de exuberante decoración construido en la primera mitad del siglo XVIII y que alberga la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Exterior de la Ermita de Jesús
(foto: archivo propio)

Cúpula sobre pechinas, retablo mayor e imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno en su camarín.
(foto: archivo propio)

Casa de la Piedra

Aunque sin interés artístico, esta construcción, situada en el lado derecho del Paseo de Jesús, se ha convertido en uno de los lugares más visitados de Porcuna por su singular historia. Realizada totalmente en piedra, se trata del proyecto de un hombre, Antonio Aguilera Ruedas -conocido como "Gronzón"-, cantero local y visionario. Solo, con la ayuda de un carro, una burra y unas pocas herramientas, comienza en enero de 1930 la construcción de esta casa, que no terminaría hasta 1960, demostrándole así a todo el mundo que no estaba loco.

Fachada principal de la Casa de la Piedra
(foto: archivo propio)

Interior de una de las estancias de la planta baja de la Casa de la Piedra.
Al fondo, expuesto en alto, el carro con el que "Gronzón" transportaba las piedras.
(foto: archivo propio)

Otros monumentos y lugares de interés

A las afueras de la población, en la carretera que conduce a Arjona, se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de Alharilla -patrona de Porcuna-, en la aldea del mismo nombre, de origen árabe. Esta ermita hunde sus raíces históricas en la Edad Media, cuando es decubierta por unos pastores la imagen de una Virgen con el niño en la segunda mitad del siglo XIII.
En el núcleo urbano destacan las ermitas de San Marcos y San Lorenzo, la primera de origen gótico, la segunda fundada en 1599, ambas muy remozadas con el tiempo.
Destacan también otras edificiaciones como la Casa de la Tercia, las antiguas Carnicerías, el Casino "La Píldora" y algunos ejemplos de arquitectura civil doméstica de la Edad Moderna y Contemporánea, como la imponente casa de estilo modernista sita en la calle Carrera de Jesús, número 15.

Ermita de Nuestra Señora de Alharilla en Porcuna
(foto: archivo propio)

Casa modernista en C/ Carrera de Jesús
(foto: archivo propio)
 

FIESTAS, TRADICIONES, GASTRONOMÍA

Nuestra Señora de Alharilla, patrona de Porcuna
(foto: archivo propio)

Porcuna tiene como patrona y protectora a la Santísima Virgen de Alharilla, advocación que suscita una intensa devoción no sólo en la localidad sino también fuera de ella. La tradición cuenta que la imagen de la Virgen apareció en una aldea musulmana, cerca de la actual Porcuna, llamada Alhara, edificándose allí una ermita y celebrándose una romería que hunde sus raíces en el siglo XV. La romería se celebra en la actualidad en el segundo domingo de Mayo y congrega a miles de fieles, siendo por derecho uno de los principales acontecimientos religiosos de la Provincia de Jaén. El patrón es San Benito de Nursia, celebrándose en su honor la Real Feria de Septiembre, entre el 4 y el 6 de dicho mes. Gran devoción despierta también otra imagen, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que el día de la Exaltación de la Cruz, 14 de Septiembre, bendice a la población en el llamado Paseo de Jesús, al final del cual se encuentra su Iglesia. Se celebra a San Isidro, con romería en Mayo después de la de la patrona, y a San Marcos, en cuya víspera se prenden los llamados “chiscos de San Marcos” donde se queman objetos inservibles. En la tarde-noche del día 25 de Abril se procesiona al Santo por las calles.

San Benito, patrón de Porcuna, en la Iglesia bajo su advocación
(foto: archivo propio)

La tradición taurina en Porcuna era rica en otros tiempos. En la segunda mitad del mes de Septiembre se celebraban capeas de toros organizadas por la Cofradía del Nazareno. En el día de San Pedro, 29 de Junio, se corría el llamado “toro de aguardiente”, un tipo de toro ensogado llamado así por la bebida típica que se consumía durante el festejo. Era tradición que el día de Reyes, 6 de Enero, se les diera a los niños un dulce denominado “torico de Reyes” o “torico de azúcar”, por tener la forma de este animal. 
Las labores artesanales típicas de Porcuna, venidas muy a menos en los últimos tiempos, han sido el trabajo de la piedra, del tipo calcarenita, y la albardonería, con trabajos especialmente de cuero para las caballerías. 
En una comarca eminentemente olivarera, el aceite de oliva virgen extra es uno de los productos estrella de Porcuna. Platos típicos son: el “moje”, hecho con boquerones; el "salmorejo", que comparte con la vecina Provincia de Córdoba; el “maimón”, un tipo de gazpacho también cordobés; las “guitarras”, potaje de berenjenas con habas secas; el “violete”, una empanadilla deliciosa; etc. Entre la repostería destacan las “gallinas en leche”, los roscos, pestiños, flores y, como bebida para acompañar estos suculentos dulces, el resol, popular licor.


Bibliografía:

- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.

Enlaces de interés:

- www.porcuna.es (Ayuntamiento de Porcuna)
- www.deporcuna.com ("Porcuna, la antigua Obulco")
- www.deporcuna.wordpress.com ("Porcuna es noticia")


 

En los fogones de Jaén. MACARRONES CON VERDURAS.

Hoy una receta ligera y sabrosa  en la que incorporamos verduras a la pasta. Muy aconsejable para las familias con niños.


Foto: Mª Cristina Gimeno

Ingredientes:

- Macarrones. Dos puñados por persona (receta para cuatro personas).
- Dos tomates maduros.
- Un calabacín.
- Una berenjena.
- Un pimiento verde.
- Medio pimiento rojo.
- Una cebolla pequeña.
- Dos dientes de ajos.
- Dos sabanitas de queso.
- Un  poquito de pimienta negra molida.
- Un poquito de estragón.
- Un poquito de orégano.
- Una hoja de laurel.
- Tres o cuatro cucharadas de aceite de oliva virgen.
- Una cucharada de vinagre balsámico de Módena.
- Sal.

Modo de hacerlo:  

Cocemos los macarrones con sal, un chorreoncito de aceite de oliva (para que estén más suaves) y una hoja de laurel. Escurrimos y reservamos.
Toda la verdura la picamos muy finita, para que se haga pronto, y no se note a la hora de comer, sobre todo por los niños.
En una sartén ponemos el aceite y rehogamos en él, cuando esté caliente, la cebolla, los ajos, el pimiento verde y el pimiento rojo. Después de darle unas vueltas añadimos los tomates, el calabacín y la berenjena. Si hace falta podemos echarle un poquito de agua  para que las verduras se terminen de hacer.
Salpimentamos y ponemos también el orégano, el estragón, el vinagre balsámico y las lonchas de queso para que se derritan.
Añadimos los macarrones y damos unas vueltas para mezclar todo  y listo para servir.


Buen provecho.


 

Iglesias de Jaén. Antigua y Nueva Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de POZO ALCÓN


Aspecto exterior de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación de Pozo Alcón
(foto: archivo propio)

El que fuera el bien patrimonial más importante de Pozo Alcón, su Iglesia parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación -un edificio de principios del siglo XVII-, fue derruido a mediados de los años sesenta del siglo pasado, constituyendo éste uno de esos casos de grave atentado contra el patrimonio artístico que pudo haberse evitado.

UN POCO DE HISTORIA

El pueblo de Pozo Alcón comienza su historia tras la conquista de Granada en 1492. Esta zona entre las provincias de Jaén y Granada, llana y extensa, denominada anteriormente "Campo Cuenca" por la presencia en este lugar del castillo homónimo, constituyó una peligrosa línea de frontera directa con el reino nazarita hasta prácticamente los últimos momentos de existencia de éste. Ello retardó los movimientos repobladores en el extremo sureste de la actual provincia de Jaén, que se llevaron a cabo a finales del siglo XV y principios del XVI.
Primero bajo la jurisdicción del concejo de Úbeda, y a partir de 1564 del de Quesada, el Pozo de Campo Cuenca era un modesto conjunto de cortijos ubicados en lo que hoy se conoce como el barranco de Casas Viejas -al noroeste del actual núcleo-, que a finales del siglo XVI contaba con 80 vecinos (alrededor de unos 350 habitantes aproximadamente). El actual núcleo de población debió surgir entre finales de esta centuria y principios del XVII en torno a la actual Placeta del Tío Fiera, donde confluyen las calles Venta y Era Alta, prolongándose el crecimiento por las calles Monje, Las Parras y Santo. Precisamente en la Placeta del Santo se levantaba uno de los dos edificios religiosos que mencionan los documentos de 1618, la ermita de Santa Ana, patrona de Pozo Alcón, hoy desaparecida. El otro era la también desaparecida Iglesia parroquial del lugar, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación, ubicada en el mismo emplazamiento donde hoy podemos contemplar a su sustituta.

LA ANTIGUA IGLESIA

El edificio, que debió construirse a principios del siglo XVII, en los momentos de consolidación del nuevo núcleo poblacional, respondía al esquema de templo de planta rectangular de tres naves -la central más alta y ancha que las laterales-, separadas por arcos formeros de medio punto. El coro se situaba en alto a los pies del templo, mientras que en la cabecera el presbiterio se cubría con cúpula de media naranja sobre pechinas. Tenía varias puertas de acceso, siendo la principal la de la fachada nordeste. La torre campanario presentaba dos cuerpos: el inferior de base poligonal y el cuerpo de campanas, este último cilíndrico con huecos de medio punto. Se cubría con un esbelto chapitel. Esta torre fue sustituida en la década de 1930 por otra de ladrillo.
En el interior destacaba el retablo mayor, rematado en su ático con el grupo escultórico representando el momento de la Anunciación del ángel a María y la Encarnación del Hijo de Dios.

Antigua fotografía, de los años 30, en la que se aprecia la parte trasera (cabecera)
del antiguo templo de Pozo Alcón

Fotografía de los años 40 donde de nuevo se observa la parte trasera del antiguo templo


Antiguo retablo mayor de la parroquia en una fotografía anterior a 1936

UN NUEVO TEMPLO PARA POZO ALCÓN

Los problemas para el antiguo templo parroquial comenzaron en la década de los años cuarenta del siglo pasado con una desafortunada intervención. Para dar mayor amplitud al paseo, las autoridades municipales ordenaron la demolición de los muros de contención que apuntalaban la nave central y servían de descarga de fuerzas de la pesada cúpula del crucero. Las consecuencias no tardaron en hacer su aparición: la cubierta se agrietó, los arcos se deterioraron por la sobrecarga y uno de los muros amenazó con desplomarse. Unas tirantas de hierro -que empeoraron considerablemente la estética de la construcción-, paliaron durante algún tiempo el desastre, pero unos movimientos sísmicos vinieron a evidenciar el delicado estado del edificio: la cúpula se derrumbó parcialmente y el edificio perdió solidez. Cualquier tormenta agravaba la cimentación de la iglesia, que recibía además las aguas mal canalizadas de la empinada calle Monje.
Así las cosas, sólo cabían dos opciones: o rehabilitar el templo o proceder a su sustitución por un nuevo edificio. En 1965, por iniciativa del entonces cura párroco, apoyado por la correspondiente comisión episcopal, aunque con el desagrado mayoritario del pueblo poceño, se acordó la demolición del viejo templo.
Se encargó al arquitecto Ambrosio del Valle la redacción de un proyecto para levantar un nuevo templo más acorde, según se argumentó, con los cánones litúrgicos del Concilio Vaticano II.

Aspecto exterior del templo construido en los años 60 en sustitución del antiguo. Pozo Alcón
(fotografía de los años 90)

Interior del templo parroquial de los 60. Vista de la amplia nave y presbiterio
(fotografía de los años 90) 

El aspecto tanto exterior como interior de la iglesia, propio por otra parte de los templos de los años 60, se mantuvo tal cual hasta el año 2002, cuando se emprendieron unas reformas integrales que supusieron un lavado de cara para el edificio, modificando sustancialmente su estética hacia otra de regusto regionalista.
La nueva iglesia, situada sobre el solar de la antigua, tiene idéntica orientación, con los pies hacia el nordeste y la cabecera hacia el suroeste. Cuenta con una amplia nave central y, separada mediante arcos formeros de medio punto, una lateral en el lado del Evangelio (fachada del mediodía), ésta más baja y sobre la que, exteriormente, se sitúa una galería porticada de arcos de medio punto. La techumbre, decorada con un artesonado de madera, es adintelada y reforzada por arcos escarzanos que apoyan sobre pilares en ladrillo. En los muros laterales se abren grandes ventanales de arco de medio punto decorados con coloristas vidrieras. La cabecera es poligonal, y en los pies se sitúa un amplio coro en alto.

Aspecto interior del templo reformado en 2003. Nave principal y presbiterio al fondo
(foto: archivo propio)

Coro en alto en los pies del templo
(foto: archivo propio)

Posee dos portadas. La principal (fachada nordeste) es simple, adintelada, sobre la que se sitúa un amplio ventanal con vidriera y cruz latina superpuesta. Toda ella queda enmarcada por dos grandes pilastras en ladrillo que recorren la fachada. La portada lateral (fachada del mediodía), es de sencillo arco de medio punto en ladrillo. La torre, de base rectangular, es muy esbelta, y se localiza en el ángulo suroeste del edificio, junto a la cabecera, emplazamiento que no se corresponde con el que ocupaba el campanario de la antigua iglesia.

Torre campanario y fachada del mediodía con la galería de arcos de medio punto
(foto: archivo propio)

Destacan como elementos interesantes el lienzo de la Anunciación, una reproducción de la obra homónima de Francisco de Goya, y los retablos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, del artista Ramón Salarich.

Santa Ana, patrona de Pozo Alcón, en la Iglesia parroquial de La Encarnación
(foto: archivo propio)


Bibliografía:

- Moreno Moreno, Manuel. Pozo Alcón, Historia ilustrada de un pueblo. Baza, 1998.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.
- "Sierra del Pozo", revista cultural.



 

Tesoros de Jaén en el Museo Arqueológico Nacional. Las Cabezas de Bronce de Cerro Maquiz (MENGÍBAR)



Las cuatro cabezas de bronce de Cerro Maquiz (Mengíbar),
reunidas en la exposición con motivo del 150 aniversario de su descubrimiento.
Museo Provincial de Jaén. Noviembre de 2010.
(Foto: archivo propio)

Objetos: piezas decorativas de un carro de guerra (cabezas)
Material: bronce
Cronología: siglo IV a.C.
Cultura: Ibérica
Fecha de descubrimiento: 1860
Procedencia: Cerro Maquiz
Municipio: Mengíbar
Comarca: La Campiña

HISTORIA DE UN DESCUBRIMIENTO 

En Noviembre de 1860 dos labradores que estaban trabajando en la finca de Cerro Maquiz, cuyo propietario entonces era Don Manuel de la Chica, hallaron cuatro objetos de bronce con formas de cabeza humana y de lobo de época ibérica que encontraron en el interior de una oquedad excavada en el suelo junto a otros objetos (un cinturón y otras piezas de hierro). Al parecer se trataba de una tumba de un personaje importante de Iliturgi y estos objetos formaron parte originariamente de un carro de guerra, propio de estos príncipes íberos, aunque en realidad dicho carro era un símbolo de poder y no se utilizaba en la guerra. 
En 1862 Don Manuel de la Chica puso en conocimiento de la Real Academia de la Historia el hallazgo de estas cuatro cabezas de bronce, dos de las cuales las donó a la Academia a través de Don Amador de los Ríos, mientras que las otras dos siguieron en manos de particulares hasta que en 1970 el Museo Arqueológico Nacional las adquirió.
Este descubrimiento tuvo una enorme repercusión unos años más tarde. En 1867 fueron expuestas en el Pabellón de España de la Exposición Internacional de París, llegando a ganar una medalla, y posteriormente en el Pabellón de Arte Español de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929.
Dos de las cabezas se conservan en el Museo Arqueológico Nacional y las otras dos en la Real Academia de la Historia, no habiendo sido expuestas nunca y sólo accesibles a investigadores y científicos. Las piezas volvieron a reencontrarse en Jaén, en el Museo Provincial, en una exposición que se inauguró el día 17 de Noviembre de 2010 con motivo del 150 aniversario de su descubrimiento. La exhibición de las cabezas de manera conjunta fue posible gracias al arqueólogo mengibareño Emilio Plazas y a la directora del Museo Provincial, Francisca Hornos, siendo sus organizadores el propio Museo de Jaén, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Mengíbar y el Grupo de Amigos de la Historia de Mengíbar.

EL ASENTAMIENTO DE CERRO MAQUIZ 

El cerro de Maquiz es una elevación del terreno que se encuentra en la margen derecha del río Guadalbullón, muy cerca ya de la desembocadura de este último en el Guadalquivir, a unos dos kilómetros al Este del núcleo urbano de Mengíbar por la carretera A-6000 dirección a Villargordo.
La primera ocupación que se ha constatado en Cerro Maquiz se remonta a mediados del III milenio a.C., a juzgar por unas cerámicas a mano encontradas en el lugar.
Por razones que se desconocen el asentamiento quedó despoblado, volviéndose a ocupar en el I milenio a.C. (Bronce final). Cerro Maquiz formaría parte de la red de grandes asentamientos del Alto Guadalquivir, poblados fortificados que reciben la denominación de oppidum, y que en su gran mayoría presentan una ocupación ininterrumpida a partir de estos momentos del Bronce Final, siguiendo en época Ibérica y llegando algunos incluso a la fase romana.
Las áreas más conocidas y estudiadas del asentamiento son las necrópolis (para Cerro Maquiz se han localizado al menos tres), situadas en las proximidades del poblado, como es habitual en el mundo ibérico. El ritual de enterramiento que se practicaba era el de la incineración del cadáver, cuyos restos se depositaban en una urna de cerámica. La urna junto con su correspondiente ajuar se despositaban en un hoyo excavado en la tierra, para los casos más simples, o en pozos, cistas de piedra o cámaras funerarias, para los más complejos. No toda la población se enterraba, sólo lo hacían los miembros de la aristocracia y su clientela.
Al último tipo mencionado, el de cámara funeraria, perteneció la tumba del individuo en la que se encontraron estas cabezas de bronce objeto de nuestro artículo.

LOS BRONCES DE MAQUIZ 

La tumba principesca representaría el más alto nivel social de la necrópolis. Las cuatro cabezas, junto con otros objetos, fueron halladas en  una cámara subterránea. Formaron parte de la decoración de un carro militar de parada (de desfile) de un solo eje que probablemente nunca fuera utilizado en la guerra. Se trata de un elemento propio de los ajuares aristocráticos ibéricos. Es un símbolo de poder, y a la vez encarna la alegoría del tránsito de la vida a la muerte. Toya (Peal de Becerro) o Baza (Granada) son sólo algunos ejemplos de la presencia de estos carros en tumbas principescas.



Reconstrucción hipotética del carro funerario de la tumba hallada en Maquiz, 
con indicación de la posición de los apliques de bronce,
según los arqueólogos Doña Alicia Nieto Ruiz y Don Emilio Plazas Beltrán

Las cabezas del Museo Arqueológico Nacional


Una de las cabezas de bronce que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional
(foto: archivo propio)

Se trata de dos piezas de bronce muy parecidas y de similar tamaño (47 cm. de longitud) utilizadas como aplique de refuerzo en los extremos del yugo del carro. Rematan en cabeza de lobo, animal de simbología funeraria con marcada expresión de ferocidad.
Lo más interesante corresponde a las escenas grabadas, de tipo mítico, que se repiten a ambos lados de los objetos. En ellas aparece destacada la representación del árbol de la vida, cuyo significado se ha relacionado con los conceptos de fertilidad y ultratumba. Junto a él imágenes de hombres barbados, tritones, jinetes que cabalgan sobre hipocampos, lobos y jabalíes, todo ello de clara simbología marcial. El remate en forma de cabeza de lobo, de representación muy común en el mundo ibérico, hace referencia a un animal de simbología funeraria con marcada expresión de ferocidad y de carácter apotropaico. Símbolo de la noche, la guerra y la muerte, está estrechamente relacionado con planteamientos ideológicos de tipo heroico.

 
Las cabezas de la Real Academia de la Historia


(foto: archivo propio) 

(Catálogo de Antigüedades de la RAH)
Cabezas de bronce conservadas en la Real Academia de la Historia

Las dos cabezas que se conservan en la Real Academia de la Historia son de tamaño inferior a las anteriores. Una es la cabeza de un lobo en cuya parte posterior se aprecia un ojal para pasar una cuerda. Iría situada, según los mencionados arqueólogos, como aplique decorativo en el extremo de la lanza o eje del carro.
La otra es mucho más interesante. De carácter bicéfala, presenta la cabeza de un lobo por una parte y una cabeza humana masculina por otra. Iría colocada, posiblemente junto con otra gemela que no se ha conservado, en la zona central del yugo del carro. De nuevo aquí se constata la identificación del lobo con el príncipe guerrero íbero. El lobo fue el animal más popular y temido en la Península Ibérica desde la Antigüedad. Capaz de atacar por sorpresa y con fiereza, también se define por el hecho de desenvolverse en manada con obediencia al líder de la misma. Precisamente estos valores de fuerza y liderazgo deben imprimir la personalidad del príncipe íbero.


Bibliografía:

- Ruiz Rodríguez, Arturo. De la muralla de Ibros al lobo de Huelma: Jaén en la lenta construcción de una identidad para los iberos. Jaén, 2001.
- VVAA. Jaén. Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.