Iglesias de Jaén. La Iglesia conventual de Nuestra Señora del Carmen de ALCAUDETE


Iglesia del Carmen, único resto del antiguo Convento de La Encarnación de Alcacudete.
Vista desde la Plazuela del Carmen.
(foto: archivo propio)

UN POCO DE HISTORIA

En 1529 el Emperador Carlos V elevaba a la categoría de Condado el Señorío de Alcaudete que en el último tercio del siglo XIV fuera instituido en la persona de Don Alfonso Fernández de Córdoba. El antiguo castillo de la Orden de Calatrava, sobre un cerro que domina la población, se convertía así en el epicentro de la jurisdicción territorial de los Montemayor, una de las ramas familiares de los Fernández de Córdoba.
En un contexto de crecimiento urbano de la villa a lo largo de toda la centuria del XVI se produce la fundación, el 10 de Octubre de 1590, del Convento de Carmelitas Descalzos de La Encarnación, bajo el auspicio de Don Francisco Fernández de Córdoba y Velasco, IV Conde de Alcaudete. Esta centuria supone la edad de oro de las fundaciones conventuales en esta villa, con dos cenobios masculinos: San Francisco (1500), de la orden franciscana (hoy desaparecido), y éste de la Encarnación (1590), de los Carmelitas Descalzos; y dos femeninos, ambos de franciscanas clarisas: Santa Clara (1500) y el Convento de Jesús y María (1577).
El 18 de Octubre el Padre Provincial de los Carmelitas Descalzos, Fray Agustín de los Reyes, puso el Santísimo Sacramento en la iglesia. Fue el primer prior del convento Fray Bernardo de Santa María. 

Vista de la Iglesia del Carmen desde el Castillo de Alcaudete
(foto: archivo propio)

La tradición popular de Alcaudete nos habla de la presencia de San Juan de la Cruz en este cenobio. Aunque no existe prueba documental de tal visita, ésta debió producirse entre la fundación del convento en octubre de 1590 y la muerte del místico en diciembre del año siguiente. Si la presencia del santo no fue física, al menos sí lo fue espiritual. El Padre fray Juan Evangelista, "amanuense" de San Juan de la Cruz (amanuense: que copia escritos, los pasa a limpio o escribe al dictado), y que fue prior de este convento de La Encarnación en 1616, legó al mismo el manuscrito apógrafo (copia del original) de la "Subida del Monte Carmelo". Este manuscrito, conocido como "Códice de Alcaudete", se conservó en la biblioteca del convento hasta la desamortización de Mendizábal. Actualmente se encuentra en Burgos.
En 1592 se funda en el convento la primera de sus cofradías, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que alcanzará gran devoción entre los alcaudetenses, entre otros motivos por los hechos milagrosos que se le atribuían a la bendita imagen. Precisamente la gestión de la devoción desembocó en un pleito en 1674 entre cofradía y frailes del convento por la titularidad de la imagen, resolviéndose finalmente el pleito en favor de la comunidad religiosa. Tuvo, y tiene aún esta cofradía, gran número de hermanos, así como un importante patrimonio. 
Ximena Jurado (1654) nos relata en sus anales eclesiásticos del Obispado de Jaén que en el convento de La Encarnación están las reliquias del cuerpo entero de San Plácido mártir y dos canillas de brazos: una de San Erasmo y otra de San Bibiano, mártires. Dichas reliquias fueron donadas por Doña Ana de Pimentel, mujer de Don Francisco Fernández de Córdoba y Velasco, IV Conde de Alcaudete, fundador del convento Descalzo.
El convento sufre la exclaustración de sus ocupantes tras la desamortización de Mendizábal (1836). Según nos cuenta Madoz (1845), el edificio del convento fue cedido por el Gobierno al ayuntamiento de la localidad en 1843 para su uso como casa de niños expósitos (recién nacidos abandonados). Los fondos para el sostenimiento de esta institución junto con la del hospital para enfermos pobres (situado en el antiguo convento de San Francisco), ambas a cargo de la junta municipal de beneficencia, eran de 16.000 reales anuales, "renta insuficiente para cubrir sus atenciones", según Madoz.
Ya en el siglo XX el edificio habría de enfrentarse a otro durísimo episodio: la guerra civil española. Durante la contienda el templo se convirtió en la Casa del Pueblo. La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno siguió en su camarín, pero sin la cruz y con el puño en alto imitando el saludo marxista. Al llegar la columna de "Pancho Villa" a la localidad, la imagen fue derribada con una soga y arrastrada por un camión con destino a Alcalá la Real que no llegó a completar el recorrido por la intervención de la aviación nacional. Otras imágenes tuvieron más suerte y se salvaron de la destrucción o de las llamas, como una talla de Santa Teresa, que había pertenecido al convento de La Encarnación, y que fue rescatada por el sacristán Antonio Zamora.

Imagen aérea, probablemente de los años 50,
que nos muestra el edificio del convento, anexo a la iglesia, todavía en pie.

Entre la década de los 50 y 60, el edificio del convento fue derribado para dejar paso a un nuevo espacio urbano al que se llamó Plaza del Carmen.
La Iglesia del Carmen fue restaurada en el año 2005. En ese mismo año se inauguran en el lateral del templo que da a la plazuela del Carmen dos azulejos en recuerdo de la vinculación -si no física al menos espiritual como queda dicho- de San Juan de la Cruz con el convento de La Encarnación.

Azulejos conmemorativos en honor de San Juan de la Cruz en el lateral de la iglesia
(foto: archivo propio)

LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

La iglesia del Carmen es el único elemento que pervive en la actualidad del antiguo convento de La Encarnación de Carmelitas Descalzos, edificio que ocupaba la manzana comprendida entre las actuales calles del Carmen, de La Encarnación y del Agua.
De estilo manierista, es un fiel ejemplo de las concepciones arquitectónicas de las iglesias conventuales carmelitanas.
El templo tiene una orientación Oeste-Este, contraria a la habitual en la que el presbiterio queda dispuesto en dirección a la salida del sol. Tiene planta de cruz latina y una única nave cajón cubierta con bóveda de cañón con lunetos. En los laterales, entre los contrafuertes, se abren capillas a través de arcos de medio punto (cuatro a cada lado). La nave se abre en la cabecera en un corto transepto.
El crucero se remata con media naranja sobre pechinas y destaca volumétricamente al exterior mediante un cuerpo cúbico que se cubre con tejado a cuatro aguas. En la cúpula se representa un programa pictórico cuya iconografía es muy representativa de la Orden Carmelitana. Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz aparecen ante diferentes visiones conformando una escena unitaria en toda la superficie de la bóveda. Por un lado se identifica la Santístima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), en alusión al episodio de levitación que ambos protagonizaron en el locutorio del Convento de La Encarnación de Ávila mientras dialogaban sobre tal dogma. Por otro lado se representa la Sagrada Familia (San José, María y el Niño), visión ante la cual Santa Teresa experimenta su particular transverberación o traspaso místico. Finalmente, San Elías, profeta del Antiguo Testamento, se enfrenta junto con el pueblo, empuñando su espada ardiente, a los sacerdotes del falso dios Baal. San Elías trata de convencer a los israelitas de que sólo hay un Dios y que ese Dios es Yahvé y desafía a los idólatras en el Monte Carmelo. Los primeros ermitaños que se instalaron aquí allá por el siglo XII tomaron a Nuestra Señora y a San Elías como modelo de vida. De ahí que se considere al profeta como el padre espiritual del Carmelo. La factura de este fresco de la cúpula tiene una pincelada rápida y deshecha.
En las pechinas aparecen las efigies de los Evangelistas sobre cuatro medallones ovalados, siendo estas pinturas de mayor calidad que las que decoran la cúpula.
En los lunetos del transepto aparecen también pinturas antiguas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa.

Cúpula sobre pechinas que cubre el crucero y pinturas al fresco que decoran el conjunto
(foto: archivo propio)

La capilla mayor se cierra con testero plano y bóveda de cañón con lunetos, siguiendo el esquema de la nave principal. Un pequeño camarín barroco se comunica con este espacio a través de la hornacina central del retablo mayor. Dicho camarín, de sección poligonal, se cubre con bóveda gallonada barroca, que posee abundante decoración de tipo vegetal carnosa y policromada. Contiene la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de gran devoción entre las comunidades carmelitanas y que los Descalzos del Convento de La Encarnación transmitieron a los alcaudetenses con gran éxito.
A los pies de la iglesia se encuentra el coro en alto, sobre bóveda de medio cañón rebajado.

Capilla mayor y retablo
(foto: archivo propio)

Vista parcial de la cúpula del camarín barroco.
En primer término, rostro de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
(foto: archivo propio)

Vista de la nave del templo desde el presbiterio. Al fondo, el coro en alto.
(foto: archivo propio)

En el exterior destaca fundamentalmente la fachada principal, de carácter verticalizado, donde se abre la única portada del templo, a la que se accede mediante podio de cuatro escalones. Consta de arco de medio punto con ménsula en la clave que apoya en pilastras cajeadas. Se enmarca por sendas pilastras lisas de capiteles jónicos que sostienen un sencillo entablamento. En el segundo cuerpo, frontón curvo partido y en el centro escudo de la Orden del Carmelo. Sobre el mismo, relieve que representa la Encarnación del Hijo de Dios, con las imágenes de María, a la derecha, el arcángel San Gabriel, a la izquierda, y sobre ellos el Espíritu Santo en forma de paloma y la efigie de Dios Padre, rodeados de querubines. Por encima de la cornisa que remata este relieve se abre un ventanal geminado con arcos de medio punto que aporta luz al coro de la iglesia. A ambos lados de este segundo cuerpo se abren hornacinas rematadas por frontones triangulares que contienen las imágenes de San Pedro (izquierda) y San Pablo (derecha). Todo el conjunto queda encuadrado por dos pilastras corintias de orden gigante que sostienen el gran hastial de la fachada, característico, por otra parte, de la edilicia carmelitana.   

Fachada principal de la Iglesia del Carmen
(foto: archivo propio)

Detalle del relieve de La Encarnación en la portada principal
(foto: archivo propio)

A pesar de las vicisitudes de la historia de esta fundación conventual, se han conservado importantes muestras de patrimonio mueble. Destacan especialmente dos tallas en madera policromada, ambas del siglo XVII de escuela granadina. La de San Elías, imagen de vestir, se atribuye a Pedro de Mena o su círculo. Representa al profeta con la espada ardiente que empuña en alto, sosteniendo un libro en la otra mano y con la cabeza cortada a sus pies de uno de los sacerdotes del falso dios Baal. Por otro lado se encuentra una imagen de Cristo Yacente atribuida tradicionalmente a José de Mora.

Talla de San Elías. Siglo XVII. Iglesia del Carmen de Alcaudete. 
(foto: archivo propio)



Bibliografía:

- Beltrán, Gabriel. Elecciones hechas en los primeros capitulos de la reforma teresiana (1581-1622 ). En Monte Carmelo, nº 74. 1991.
- Jiménez Delgado, Francisco. Del Jaén Perdido. Memoria artístico-religiosa de la Provincia de Jaén. Jaén, 2010.
- Madoz, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1846. 
- Rivas Morales, Antonio. Alcaudete. Leyendas, cancionero y aspectos literarios. Granada, 2009.
- VVAA. Guía Artística de Jaén y su Provincia. Sevilla, 2005.
- Ximena Jurado, Martín. Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de Jaén y Anales Eclesiásticos de este Obispado. Madrid, 1654.

 

Iglesias de Jaén. Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de ALBANCHEZ DE MÁGINA


Fachada principal de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Albanchez de Mágina
(foto: archivo propio)

UN POCO DE HISTORIA

Tras la conquista cristiana del valle del Guadalquivir, Albanchez fue entregada a la Orden de Santiago en 1309 por el rey Fernando IV ante la imposibilidad de defender la plaza frente a los nazaríes. Precisamente el peligro que suponía la inminente frontera propició que la Orden creara la Encomienda de Bedmar y Albanchez que perduró, con intermitencias, hasta el siglo XIX. El 18 de Noviembre de 1419 Albanchez consigue el privilegio de villazgo de manos del infante Don Enrique de Aragón. Ello supone un punto de inflexión en la Historia de la localidad, que a partir de este momento experimenta un lento crecimiento que se acentuará durante el siglo XVI.
Será en esta centuria cuando se acometan las obras de un templo parroquial de nueva planta, de mayores dimensiones que el edificio que debió existir anteriormente, lo cual se deduce de la presencia de determinados elementos en la actual iglesia evidentemente previos a la construcción de la misma (pila bautismal, fustes de columnas y capiteles góticos descontextualizados).

Vista aérea de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción desde el Castillo de Albanchez
(foto: archivo propio)

La iglesia responde a un modelo renacentista de líneas sobrias y elegantes. No se tiene constancia de su autoría, pero son evidentes las similitudes con la iglesia de la vecina población de Bedmar -disposición en tres naves, grandes columnas toscanas y artesonado a dos aguas-, en la que sabemos que trabaja Francisco del Castillo "el Mozo" desde 1558 hasta 1572, constinuando su labor hasta finales del siglo XVI su hermano Benito del Castillo. Ello hace suponer una intervención paralela del arquitecto oriundo de Jaén en este otro templo de Albanchez. De hecho, es muy probable que ambas edificaciones -la iglesia de la Asunción de Bedmar y la de la Asunción de Albanchez (coinciden incluso en advocación)- siguieran una linea histórica muy parecida, con fábricas góticas del siglo XV en origen, cuyas obras fueron prolongadas, con intermitencias, a lo largo de la centuria siguiente. Dicha fábrica tardomedieval es visible aún en la capilla mayor del templo de Bedmar, con fecha incluida de su culminación: 1493. Sin embargo, ningún rastro estructural queda de esa posible fábrica gótica en el caso de la iglesia de Albanchez, aunque la ya mencionada presencia de algunos elementos en su interior testimonian la existencia de una iglesia -o parte de ella- anterior.
En culaquier caso, resulta evidente la mano de Francisco del Castillo en el diseño de la parroquia de Albanchez, aunque no se tenga prueba documental de ello (sí la hay en el caso de Bedmar). Si el Consejo de Órdenes autorizó, pasado el ecuador de la centuria, la ampliación de la iglesia de Bedmar y encargó el proyecto a Castillo, debió hacer lo propio con la otra villa de la Encomienda: Albanchez. Por otra parte, el esquema constructivo aludido en estas iglesias puede rastrearse sin dificultad en otras obras de Castillo como la Real Iglesia de Santa Marta en Martos, o San Pedro de Torredonjimeno.
En las Relaciones Topográficas de los pueblos de España mandadas hacer por el rey Felipe II en 1575 se dice, en alusión a la parroquia de Albanchez, lo siguiente: "En la dicha villa de Alvanchez ay una sola yglesia parroquial que se dize Santa María, en la qual ay un prior y quatro clérigos capellanes, que sirven quatro capellanías que en la dicha yglesia an dotado vezinos de la dicha villa que tienen sus capillas y enterramientos en la dicha yglesia". Nada se menciona sobre las obras del templo, que para esta fecha habrían finalizado, dado que algunos vecinos tenían ya capillas para su enterramiento en la iglesia. Por otro lado, su advocación es la de Santa María. En el siglo XIX ya aparece en los documentos con su patronazgo actual de la Asunción.
En algún momento del inclemente siglo XVII la cubierta del templo quedó seriamente dañada, derrumbándose en parte. Debido a la penuria económica no fue reparada hasta pasado un tiempo. Estas reparaciones debieron ser de gran calado y cuantiosas -seguramente por el maltrecho estado del edificio, cercano a la ruina- y se iniciarían en los albores del siglo XVIII, coincidiendo con el cambio dinástico y la llegada de los Borbones. Nos pone sobre la pista de este hecho Pascual Madoz, quien en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845) nos dice que "la iglesia parroquial fue mandada edificar de Real orden, dada en San Lorenzo a 6 de diciembre de 1699" (reinando aún Carlos II). Madoz nos dice también que "...el altar mayor es notable por el buen lienzo del Crucificado que en él se halla, y también son dignos los que representan a San Zacarías y Santa Isabel. El santo titular del pueblo, San Francisco de Paula, tiene una capilla propia con tres altares".
El patrimonio artístico de la parroquia desapareció casi en su totalidad durante la guerra civil, cuando todas las imágenes del templo son quemadas.

LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN

Con una orientación Este-Oeste y construido sobre una considerable pendiente del terreno -nota común en todo el casco urbano de Albanchez- el edificio fue realizado fundamentalmente en obra de sillarejo, utilizándose el sillar regular en determinadas zonas como el presbiterio, la espadaña o el enmarque de los vanos.
Su planta es de salón dividida en tres naves -más alta y ancha la central- separadas por arcos formeros de medio punto que apoyan sobre esbeltas columnas toscanas. Se cubre con un artesonado de madera de par y nudillo que reproduce el esquema a dos aguas del tejado (de ahí que las naves laterales sean más bajas). La sensación es de gran diafanidad en el interior del edificio.
La capilla mayor es de testero plano y se cubre con bóveda de cañón decorada con yeserías de motivos geométricos y vegetales. A ambos lados aparecen dos cartelas con la cruz de la Orden de Santiago en su interior pintada en color rojo, elemento decorativo que se repite con frecuencia. La sacristía se halla anexa al presbiterio y tiene su acceso mediante una pequeña puerta en la nave de la Epístola.
A los pies se levanta el coro de madera en alto, al que se accede por un lateral mediante una escalera abierta, de piedra, que arranca desde la nave.
En el lado del Evangelio se abre la portada septentrional, mientras que en el de la Epístola lo hace la otra portada del templo. Junto a ella se encuentra la capilla de San Francisco de Paula, patrón de la localidad, de construcción posterior a la de la iglesia. Obra posiblemente del siglo XVIII, de planta ligeramente rectangular, estuvo cubierta con cúpula de media esfera sobre pechinas, enmascarada por un artesonado de madera tras las reformas acometidas en el año 2011. Al exterior, el volumen cúbico de la capilla se cubre con tejado a cuatro aguas.

Interior del templo, dividido en tres naves
(foto: archivo propio)

Capilla mayor y bóveda de cañón decorada con yeserías
(foto: archivo propio)

Coro de madera en alto a los pies del templo. La escalera de acceso se aprecia a la izquierda
(foto: archivo propio)

Capilla de San Francisco de Paula, patrón de Albanchez de Mágina,
en el lado de la Epístola del templo parroquial
(foto: archivo propio)

Exteriormente destacan las dos portadas de acceso y la espadaña. La portada septentrional es sencilla, carente de ornato. Se abre en arco de medio punto sobre impostas con ménsula destacada en la clave en la que aparece representada la cruz de la Orden de Santiago. El arco apoya sobre pilastras cajeadas. Un entablamento remata el conjunto.
La llamada Puerta del Sol o del mediodía es aún más sencilla que la anterior, con arco de medio punto de grandes dovelas apoyado sobre impostas y tondos o medallones en las enjutas. Sobre la puerta, una cornisa.
Ambas portadas responden a los modelos sobrios, carentes de ornato, propios de la arquitectura manierista del momento.

Portada septentrional
(foto: archivo propio)

Cruz de la Orden de Santiago en la ménsula de la clave de la portada septentrional.
(foto: archivo propio)

Fachada Sur y puerta del Sol.
Junto a ella se adosa la capilla de San Francisco de Paula, cubierta con tejado a cuatro aguas
(foto: archivo propio)

La espadaña se sitúa en la fachada septentrional junto a la cabecera. Consta de dos cuerpos con vanos para campanas (dos en el inferior y uno en el superior), todo rematado con pequeño frontón triangular. De nuevo aquí se reproduce una cruz de Santiago.

Pequeño escudo de la Orden de Santiago en la espadaña de la Iglesia
(foto: archivo propio)

Del patrimonio mueble de la iglesia destaca una pila bautismal del siglo XV, cuya franja superior aparece adornada con decoración vegetal. Posiblemente de la misma época sea una columna y capitel gótico que sirve de apoyo al Sagrario.
En la sacristía se conserva una talla de pequeñas dimensiones de Cristo crucificado, obra que presenta influencias de la escuela granadina de escultura barroca. Fue felizmente restaurada por Antonio Custodio López en 2011.
El resto de imágenes son posteriores a la guerra civil, destacando la del patrón, San Francisco de Paula, la Dolorosa, El Nazareno y un Cristo Yacente, este último de Manuel Rodríguez del año 1951. 

Pila Bautismal con motivos vegetales
(foto: archivo propio)

Capitel gótico descontextualizado que en la actualidad sostiene el Sagrario de la parroquia
(foto: archivo propio)



Bibliografía:

- Madoz, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1845.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.



El monumento conmemorativo de la Batalla de las Navas de Tolosa en LA CAROLINA


Monumento conmemorativo a la Batalla de las Navas de Tolosa en La Carolina
(foto: archivo propio)

Municipio: La Carolina.
Comarca: Norte.
Tipo: monumento conmemorativo.
Materiales: piedra, hormigón, bronce, acero inoxidable.
Autores: Antonio González Orea (escultor) y Manuel Millán López (arquitecto).
Cronología: realizado entre 1975-76. Inaugurado el 17 de Julio de 1981.

Las monumentales figuras dan la bienvenida a los visitantes que entran en La Carolina
(foto: archivo propio)


LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA

Este trascendental episodio bélico de la historia medieval española enfrentó en la jornada del 16 de Julio de 1212 al ejército aliado cristiano capitaneado por el monarca castellano Alfonso VIII contra el ejército almohade del califa Muhammad an-Nasir, conocido como Miramamolín en las crónicas cristianas. La batalla tuvo lugar en las inmediaciones del actual núcleo urbano de Santa Elena, en el Norte de la Provincia de Jaén, cerca del famoso paso de Despeñaperros.
Fue iniciativa de Alfonso VIII entablar una gran batalla contra los almohades tras haber sufrido la derrota de Alarcos en 1195. Para ello solicitó al papa Inocencio III apoyo para favorecer la participación del resto de los reinos cristianos de la Península Ibércia, y la predicación de una cruzada por la cristiandad prometiendo el perdón de los pecados a los que lucharan en ella; todo ello con la intercesión del arzobispo de Toledo Don Rodrigo Jiménez de Rada.

Batalla de las Navas de Tolosa.
Óleo de Francisco de Paula Van Halen. 1864. Palacio del Senado (Madrid)

El bando cristiano contó con la participación mayoritaria de efectivos castellanos del monarca, a los que se incorporaron milicias urbanas o concejiles de importantes ciudades castellanas. Acudieron también las tropas de Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra, las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Temple y Hospital de San Juan, voluntarios leoneses y portugueses y numerosos cruzados ultramontanos, es decir, más allá de los Pirineos (fundamentalmente franceses). La coalición sumaba una cifra de hombres que la historiografía ha estimado alrededor de los 12.000. El ejército musulmán almohade prácticamente doblaba esa cifra, calculándose unos 22.000 efectivos, procedentes de todos los rincones de Al-Andalus y del norte de África.    
Saldada con victoria del bando cristiano, la batalla de las Navas fue considerada por las relaciones inmediatamente posteriores, las crónicas y gran parte de la historiografía como el punto culminante de la Reconquista y el inicio de la decadencia de la presencia musulmana en la Península Ibérica, aunque en la realidad histórica las consecuencias militares y estratégicas fueron limitadas, al menos de forma inmediata, y la conquista del valle del Guadalquivir no se iniciaría hasta pasadas dos décadas.

LOS AUTORES: ANTONIO GONZÁLEZ OREA  Y MANUEL MILLÁN LÓPEZ

El arquitecto Manuel Millán López (1922-1979) se encargó del diseño del monumento. Nacido en la capital jiennense, hizo sus estudios en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, diplomándose también en Urbanismo. De vuelta en Jaén, a mediados de los 50 obtuvo plaza por oposición para los Servicios Técnicos de Obras de la Diputación Provincial, simultaneando su actividad en esta institución con el ejercicio de su profesión. Realizó importantes obras por toda la provincia. Cabe destacar la construcción de los primeros edificios del antiguo Colegio Universitario, hoy integrados en la Universidad de Jaén, así como el antiguo Auditorio de la Alameda y el diseño urbanístico del Gran Eje.
Antonio González Orea
Pero el verdadero artífice de esta singular obra es su padre artístico, el escultor Antonio González Orea (1925-2004). Nacido en Andújar, se licenció en Bellas Artes por la Escuela Superior de San Fernando de Madrid. Casi toda su vida compatibilizará su labor artística con su vocación de enseñanza de las artes tanto en Andújar como en la facultad de Bellas Artes de Granada. Tiene en su haber diversos premios y reconocimientos, como el primer galardón de la Fundación Carmen del Río de la Academia de Bellas Artes de Madrid (1951), o el Premio Nacional de Artes Decorativas de 1954. Su obra se encuentra repartida por museos españoles y de otros países. Además del monumento de La Carolina, destaca su impresionante Virgen del Silencio (o de la Paz) para el Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar.

EL MONUMENTO

Aunque realizado entre 1975 y 1976, no se inauguraría hasta el año 1981, efeméride de la que se cumplen en estos días 35 años. El monumento se localiza en la entrada norte de La Carolina, justo al principio de la Avenida de Madrid -principal arteria de la ciudad- y en la confluencia de ésta con la antigua carretera nacional IV Madrid-Cádiz, a unos 11 km. del lugar donde tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa.

Antigua tarjeta postal, de finales de los años 70,
que muestra el Monumento de la Batalla finalizado y en su ubicación.
(tarjeta postal, colección "Escudo de Oro") 

El monumento asienta sobre un alto basamento de planta romboidal hecho de hormigón, hoy camuflado entre la vegetación, pero visible en la fotografía anterior.
En primer lugar, llaman la atención dos altas paredes de hormigón con forma puntiaguda en uno de sus extremos, colocadas a escasa distancia una de la otra y dispuestas paralelamente entre sí. El labrado de sus faces asemeja el relieve de las laderas de una montaña, por lo que simbolizan precisamente dicho concepto, más concretamente, el paso de Despeñaperros y sus escarpados riscos.
Justo delante, y sobre un elevado pedestal también en material de hormigón, contemplamos una serie de personajes que, situados uno junto a otro, constituyen los protagonistas de esta obra. Fueron tallados en piedra blanca de Sepúlveda, lo que hace que el conjunto de estas esculturas destaque cromáticamente. De formas evidentemente estilizadas, de izquierda a derecha son los siguientes:
Don Diego López de Haro, noble caballero vasco, Señor de Vizcaya, que comandó buena parte de las tropas cristianas contra los almohades en el campo de batalla. Sostiene en una mano su espada y en la otra el escudo de la casa de Haro, caracterizado por los dos lobos con corderos en sus fauces y las aspas de oro en la bordura.
Don Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, pieza clave de esta Cruzada contra los sarracenos pues recavó los apoyos necesarios para la guerra. Prelado de sotana y espada, no dudó en luchar codo con codo junto a su rey. Aparece caracterizado por la mitra y sostiene la cruz arzobispal -que sobresale por encima de las cabezas de todos los personajes-, mientras la otra mano queda dispuesta en actitud de bendecir.
El rey Pedro II de Aragón "el Católico", con el escudo barrado a sus pies y portando su espada. Aragón aportó a la batalla unos 1.000 caballeros aproximadamente.
El rey Alfonso VIII de Castilla "el Batallador", principal promotor de la Cruzada. Fue quien aportó mayor cantidad de efectivos. En el año 1195 Alfonso había sufrido un revés en la batalla de Alarcos (Ciudad Real) contra los almohades de Yusuf II, tomándose su revancha en la batalla de las Navas de Tolosa diecisiete años después. En el monumento, Alfonso VIII es la figura más adelantada de las cinco. Viste una característica cota de malla y sujeta con una mano el escudo de Castilla, a sus pies, y con la otra porta la espada.
El rey Sancho VII de Navarra "el Fuerte", que participó fieramente en la batalla al frente de unos 200 caballeros. Atacó el puesto de mando de Miramamolín que estaba rodeado por una línea de esclavos encadenados, rompiendo las cadenas con su espada y llevándoselas como trofeo de guerra. De ahí que aparezca en el monumento sosteniendo en su mano izquierda un fragmento de dichas cadenas, que serían incorporadas como emblema principal al escudo del reino de Navarra a partir del siglo XVI. El escudo, como en los otros casos, también aparece a los pies del monarca.

De izquierda a derecha: Don Diego López de Haro, Don Rodrigo Jiménez de Rada,
Pedro II de Aragón, Alfonso VIII de Castilla y Sancho VII de Navarra
(foto: archivo propio) 

Por último, en posición adelantada con respecto al conjunto descrito anteriormente, destaca la figura en bronce de otro protagonista, clave en la victoria cristiana. Se trata de un pastor anónimo, identificado tres siglos más tarde por el historiador Gonzalo Fernández de Oviedo como Martín Alhaja o Halaja (1532) y por otros historiadores como Martín Malo (de hecho aún hoy una aldea de Guarromán lleva el nombre de Martín Malo, aunque dicha aldea fue fundada en tiempos de Carlos III). Esta escultura, con uno de sus brazos extendido hacia el frente, indica el camino más seguro a las tropas cristianas a través de Sierra Morena para evitar las emboscadas que los almohades habían preparado en los pasos de montaña habituales. Ante la ausencia de datos concretos, ha sido considerado un personaje legendario e incluso un enviado divino en la historiografía moderna y contemporánea. 

Martín Alhaja, en primer término, guía a las tropas cristianas a través de Sierra Morena
(foto: archivo propio)

En esta obra escultórcia resaltan tres características: el tono épico, la idealización de los personajes y la estilización del conjunto; valores plásticos e ideológicos que se concatenan entre sí. La sensación ascendente es predominante en la obra. Los altos y puntiagudos muros -detrás de los personajes-, que simbolizan las montañas, tienen su correspondencia con unas figuras alargadas y espirituales. Aquí González Orea hace un guiño a la etapa artística que estaba eclosionando en la Europa cristiana de los tiempos de la batalla: el Gótico. Por otra parte, a través de la estilización el artista confiere a sus personajes la elevación moral propia de la empresa que traían entre manos: la defensa y propagación de la Cristiandad (la Cruz también es protagonista sobre el conjunto entre ambos muros). La pose estática y grave de las figuras contribuye a su dignidad, mientras la idealización de sus rostros es símbolo de eternidad.


Bibliografía:

- Blog Arte, Historia y Curiosidades.
- VVAA. Enciclopedia General de Jaén. Málaga, 2008.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.